domingo, 8 de mayo de 2016


Reflexión - Algo que está en lugar de alguien.

De esta teórica rescato en principal el valor que tiene un retrato. Es cierto que le tenemos respeto a las fotos y en especial a las de familiares, ¿Pero por qué será? Cada imagen tiene una carga enorme de significado y connotación. Cuando aparecen figuras humanas en las imágenes, aparecen identidades que conocemos o que intentamos descifrar. Si hay un ser querido, es esa identidad la que lo hace presente y de un modo personificamos la foto y la vemos con sentimientos y con expresiones que comunican. Yo creo que no hace falta ir al extremo de escupir una foto para comprobar esa omnipresencia de la imagen. Por ejemplo, pensemos lo que genera que pongamos boca abajo un cuadro, o que lo tapemos o que en vez de estar en una mesa de luz, esté en un cajón cerrado. Surge una necesidad de respiración por parte de la persona en la foto que la tenemos que saciar. Otro ejemplo que se me viene en mente, es el valor que tienen las estampitas religiosas. De ninguna manera  alguien creyente agarraría una estampita de la virgen María y la tiraría al tacho, o tal vez ni siquiera la doblaría. Por último, si borramos en photoshop la cara de un ser querido en una imagen, también generaría esa sensación de falta y molestia. Para concluir, pienso que los retratos tienen un gran valor que va más allá del material. Y una vez más aparece una nueva categoría para definir qué es una imagen. 


Con respecto a la identidad de la persona, coincido que los rasgos dicen mucho de ella. Al mirar a alguien, se puede ir conformando una imagen y asociarla a múltiples factores y cosas que nos rodean. Creo que la identidad de una persona la vamos armando nosotros mismos y la podemos asociar, diferenciar, agrupar y dividir como nos parezca. Esto me remite a las mismas clases en la UBA con tanta gente que viene de lugares diferentes y uno o por lo menos en mi caso, va descifrando esas identidades inevitablemente por su aspecto físico y luego por lo que sería la personalidad de ellas. A fin y a cabo todos vamos cargando máscaras, algunas conscientes y otras no. Y para poder entender lo que pasa en la mente de la otra persona, hay que descifrarla. 

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